De repente Lucas decidió hacerse a un lado.
Sin previa advertencia, sin siquiera haber dado una señal que nos pusiera sobre aviso de su drástica decisión.
Simplemente se fue, dejando todo y a todos librados a su suerte, abandonando el proyecto en el que tanto de nosotros habíamos puesto.
Me cansé, me harté de ellos y de la estúpida empresa, de la búsqueda infructuosa y de las presiones, de tener que pisar cabezas y de que pisen la mía.
Norma dice que es un traidor, que ella sabía que esto iba a terminar así, que nunca confió en Lucas y que se lo decía en la cara, y que nosotros no le hicimos caso y nos dejamos embaucar por él.
Arrogancias suyas, ahora que las cartas están echadas es fácil hablar y vilipendiar, pero Luis y yo sabemos que ella nunca enfrentó a Lucas, que siempre agachó la cabeza ante sus decisiones, aunque ahora cacaree y finja personalidad.
Realmente no los soportaba más. Sobre todo a Norma, mosquita muerta, falsa y sumisa, la típica arpía que dice a todo que sí y después te clava el puñal por la espalda.
Yo, personalmente, no creo que sea un traidor. Creo que algo grande debe haber pasado en su cabeza para abrirse así, porque el proyecto era su obsesión, su razón. Y sé que Luis opina más o menos como yo, y que no le contesta a Norma para no armar un escándalo en un momento como este. El debe ser el más golpeado por todo esto, porque Luis y Lucas son amigos desde chicos, y Luis fue el que lo trajo al grupo.
Hace meses que lo vengo madurando. Hace meses que vengo dándome cuenta de que no quiero más, no más Norma, no más Pablo, no más Sandra, no más Luis, no más sol, no más aire, no más nada.
Pero a pesar de todo Luis se mantiene fuerte, dice que el proyecto tiene que continuar, aunque todos sabemos que sin Lucas se acabó.
La que se quiebra es Sandrita, pobre. Llora, patalea, lo insulta, lo maldice por habernos dejado.
Yo lloro por dentro, porque sé que puede ser el fin.
Para que seguir si todo era falso, todos. Proyecto, trabajo, reuniones, discusiones, sonrisas. Me cansé y dije basta. Me decidí y di un paso al costado, un paso definitivo.
Y el peor momento es ahora que vinimos a verlo para despedirnos. Porque es un adiós para siempre y yo insistí en que debíamos hacerlo.
Sandra había dicho que lo iba a convencer para que se quede, pero ahora no habla, sabe que no hay esperanzas, que aunque Lucas esté aquí en realidad ya se fue.
Sabía que iban a venir a cumplir con la formalidad de la despedida, que ni en el último instante antes de hundirme en la tierra van a dejar de molestarme. Hasta su último gesto hacia mí va a ser como todo, como el proyecto, como la amistad, como el sexo, como la vida, una espuria formalidad.
Lucas tiene una expresión de hastío, quiere que nos vayamos.
Sandra llora. Norma se queda a mi lado, como siempre temerosa de Lucas, hasta en este momento final.
Luis se acerca a su lado, como para retener el postrero contacto del que fuera su amigo. Se miran en silencio con ojos vacíos.
Los detesto, me dan nauseas tratando de mostrarse dolidos por mi partida. Que me dejen en paz, por favor.
Me doy cuenta de que Lucas nos odia. Y de que nosotros, algunos más y otros menos, lo odiamos a él. No lo odiamos por habernos dejado, lo odiamos desde siempre, porque también nos odiamos entre nosotros. Lucas lo comprendió antes que yo, por eso se va.
Al fin, ya vienen.
Ya vienen a buscarlo, a todos se nos nublan los ojos, dejamos escapar las lagrimas correctas.
Por fin, por fin les piden que salgan, que esperen en la otra habitación. Por fin la gruesa tapa de madera lustrosa se desliza sobre mí y todo queda negro, y me deshago de ellos y de todo, definitivamente.
Salimos a la calle, ya no lloramos. El mundo sigue girando.
Luis me dice que el proyecto va a seguir aunque ya no esté Lucas, y escucho a mis espaldas el cuchicheo ponzoñoso de Norma y Sandra.
Y los odio. Y pienso que tal vez lo mejor sería; si tuviera el valor suficiente lo haría, como Lucas; dar un paso al costado.
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