Humberto Primo 463, persiana herrumbrosa y oxidada.
El bar está cerrado y sin miras de pronta apertura, aunque el afiche pegado en la pared anuncia el inicio del espectáculo para las veintiuna y treinta horas puntual, y son más de las diez.
Extraño, la gente tendría que estar llegando, iba a venir mucha gente, pero está ella sola, parada ahí, tiritando el frío contra la mugrosa persiana del clausurado local.
Somnolienta espera parapetada del viento contra el marco de la puerta, mirando sin ver el empedrado añejo a pesar de los párpados que pesan, pensando que alguien va a llegar a pesar de los sentidos que se hunden, y Débora va cayendo de a poquito dentro de sí misma.
Todo se nubla, las imágenes vuelven negras, Débora se siente dormir sobre sus piernas y no, un impulso de hastío la empuja calle arriba, paso apretado hacia dónde, no hay colectivos, no hay taxis, no hay nada.
Diez, veinte cuadras más allá está la estación, a lo sumo treinta, una avenida, gente, luz, algo.
Tiene que ser, patear empedrado asfalto baldosa floja entre paredes sucias de rezos y leyendas, el diario del pueblo,
DALE BOCA
VIVA EL CHE
LUCIANO Y GABRIELA
PROHIBIDO PINTAR CARTELES
y seguir caminando y devorando metros sin por qué, sin hacia dónde.
Débora camina y no llega, camina pasos ajenos porque las piernas propias ya no responden, tiemblan y se tambalean, mano derecha en la pared para sostenerse y seguir avanzando, por qué y para qué.
Pero los tobillos se doblan sobre los taquitos de gacela que la alzan siete centímetros sobre el suelo, que amenaza duro y filoso el golpe de la caída.
Y cae, dolor, huesos, codo, rodillas, sangre.
Mañana cuando abran el cielo y las puertas del barrio, alguien la encontrará boca abajo, charco granate contra el cordón de la vereda. Se escribirá en algún recuadrito de las policiales que Débora NN fue hallada sin vida en la intersección de las calles Carlos Calvo y San José, por circunstancias que aun no se han podido establecer y que la Policía está investigando a las ordenes del juez de instrucción que entiende en el caso, pero esa es nuestra realidad.
La de Débora es seguir caminando en esta noche infinita, levantándose y volviendo a caer una y otra vez, llorando los moretones y tragando la sangre a cada estrellar de su cuerpito frágil en el piso maldito, trastabillando en la tiniebla impenetrable de las viejas paredes profanadas de graffitis y pintadas,
VOTE EN BLANCO
VIVA YO
SAN TELMO ES DE HURACAN
BIENVENIDA AL INFIERNO.
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