Anoche

Al abrir los ojos a la penumbra matinal del otoño porteño, mientras los sentidos despiertan perezosos, conservo aun en mis retinas las últimas imágenes, en mi sexo las últimas sensaciones.
Anoche tuve un sueño, un sueño-recuerdo.
Recuerdo porque soñé aquello que nos pasó, aquello que pasó así, como en sueños, como pasan esas cosas.
Un sueño-sensación, porque sentí.
Porque volví a sentir la plenitud de aquel día, volví a caminar con vos aquella tarde, aquellas calles, mi mano casual en tu hombro.
Un sueño-pasión, porque mi brazo volvió a deslizarse suavemente por tu espalda, hasta tu cintura.
Porque, como aquella vez, mi abrazo ineludible retuvo tu cuerpo junto al mío, apartándonos del mundo, deteniéndonos en ese tiempo y en ese espacio.
Sueño-amor, si mis labios acariciaron tu mejilla tibia hasta rozar la comisura de tus labios, si nuestras bocas se encontraron fundiéndose entre sí, acoplándonos en un solo ser.
Un sueño vívido, hermoso, del que no hubiera querido despertar, porque en él pude tenerte otra vez.
Un sueño-tesoro, porque atenazaré en mi memoria cada segundo, me aferraré a aquel ínfimo instante en que tus ojos y tus labios me dijeron que sí.
Aquel fugaz y glorioso instante que fue solo nuestro y con el que anoche soñé, sueño-recuerdo-sensación-pasión-amor-tesoro.
Aquel instante que tal vez nunca haya sido más que eso, un sueño.

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