El puente

El relato que sigue a continuación es solo una pequeña página de la historia de un pueblo, situado en algún ignoto país que no vale la pena mencionar.
Un pueblo desconocido y olvidado, un punto perdido en los confines del mapa y de la memoria.
Una típica localidad de tierra adentro, mitad campo, mitad urbe, que convivía con el contraste entre el cemento y la naturaleza, sin demasiadas transgresiones a la rutina.
Ciudad perdida, alejada de toda ruta importante, jamás visitada, ni siquiera de paso por los viajeros ocasionales.
Era tal el desconocimiento existente acerca de Ciudad Perdida, que ante la sola mención de su nombre casi nadie podía responder a ciencia cierta sobre su ubicación.
Por eso no se sabía, ni tampoco importaba demasiado, que en realidad no era una única ciudad, sino que estaba dividida en dos comunidades bien delimitadas, no por razones políticas ni históricas, sino por causas naturales.
Ciudad Perdida era atravesada por un río que la cortaba de cuajo, dejando en ambas orillas dos mundos inconexos entre sí.
Dos mundos que erigieron costumbres y culturas diferentes, y al mismo tiempo similares, que se enfrascaron en una rivalidad cimentada en mutuos celos y envidias, en la naturaleza humana de competir con el vecino más próximo.
Así era que los habitantes del este odiaban a los del oeste, y viceversa.
Odio que a menudo se transformaba en violencia, por ejemplo cuando se producían encuentros deportivos entre representativos de ambos lados, que terminaban casi siempre en batallas campales y con los hinchas visitantes atravesando el río a nado para escapar de los piedrazos y, a veces, hasta de los tiros.
Los ciudadanos del este se enorgullecían de tener más de cinco mil habitantes, mientras que sus vecinos solo eran tres mil y pico.
Los del oeste se jactaban de ser más cultos y refinados, y motaban a los del este de negros y villeros.
Los del este retrucaban poniendo en duda los gustos sexuales de los otros. " Los del oeste son todos putos ", era la muletilla preferida de ese lado del río.
Los del oeste les enrostraban la superioridad de su equipo de fútbol, que alguna vez había logrado la hazaña de clasificar para el campeonato nacional.
Los del este mostraban burlonamente una bandera con los colores de la otra orilla, trofeo de guerra conseguido en el último partido.
La única coincidencia entre uno y otro bando era la frase con la que identificaban despectivamente al otro: " Los del otro lado del río. "
Como se dijo antes, esta situación era ignorada en el resto del país, para el que Ciudad Perdida solo era una pequeña marquita en los atlas nacionales.
Pero en un año de elecciones, algún funcionario demagógico de la capital decidió sacar a Ciudad Perdida del anonimato.
Se anunció con bombos y platillos la construcción de un puente que uniría ambas riveras del río.
Noticieros de los medios capitalinos se hicieron presentes, haciéndose eco de la historia de la semana, mostrando a toda la república paisajes y curiosidades de ambas partes de la ciudad.
Raro efecto produjo en Ciudad Perdida la llegada de la televisión, el saber que por primera vez eran considerados parte de la nación, el sentir que existían.
Se produjo en ambas orillas una sensación de orgullo, de unidad.
Se olvidaron de golpe las broncas y los rencores, se extendió el sentimiento de que todos eran lo mismo, paisanos de la misma tierra.
El puente traería la unión y por fin Ciudad Perdida sería una sola.
Y el puente se construyó.
Gente del oeste se mudó al este, gente del este consiguió trabajo en el oeste.
Los límites parecieron desaparecer.
Pero pronto las cámaras se fueron y Ciudad Perdida volvió a hacerle honor a su nombre, quedando nuevamente en el olvido.
Y el clima fraternal y aquella conciencia de unidad no duraría demasiado, pues rápidamente volvieron a florecer las viejas diferencias y la convivencia entre la gente de ambos lados resultó imposible.
Y aquel puente, que había querido ser herramienta de unidad, terminó siendo todo lo contrario, se convirtió en el nuevo símbolo de la división y la intolerancia.
Aquel dicho popular " Los del otro lado del río " fue desplazado, tanto en el este como en el oeste, por uno nuevo:
" Los del otro lado del puente. "

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